La caída del cabello en otoño se suma a la pérdida post-Covid tras varios meses desde la infección
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Desde finales de agosto y principios de septiembre es habitual que algunos pacientes acudan a las consultas de dermatología preocupada por un aumento de la pérdida de cabello. Desde que empezó la pandemia de la COVID-19, pacientes que han pasado la enfermedad, incluso de forma leve, han tenido como efecto secundario una pérdida de cabello anormal que se ve reflejada entre 2-3 meses del desarrollo de la patología.
“De esta forma, algunos pacientes que se infectaron a principios del verano, han notado que desde finales de agosto y principios de septiembre están sufriendo una caída anormal de cabello, que se ve incrementada por la habitual caída del cabello que se padece estos meses (fruto del proceso normal de renovación capilar)”, explica el Dr. Miguel Sánchez Viera, director del Instituto de Dermatología Integral (www.ideidermatologia.com).
Estos dos fenómenos unidos,han provocado que aumente el número de pacientes que acuden a las consultas preocupados un exceso de pérdida de cabello. “El efluvio telógeno, que es lo que pasa en ambos casos, tiene una duración aproximada máxima de 3 meses. Pasado este periodo, el cabello debería recuperar su densidad y fortaleza habitual“, aclara el director de IDEI.
¿Cuándo y por qué ponerse en manos de un especialista en dermatología capilar?
Al sumarse el efluvio telógeno habitual con la llegada del otoño y el producido por la infección post-COVID, es recomendable acudir a un especialista, ya que desde el primer momento pautará una serie de pruebas que descarten una alopecia androgenética, que es el tipo de pérdida de cabello más habitual, tanto en hombres como en mujeres, al tener un componente genético muy alto.
“Hasta un 75% de los hombres padecerán alopecia androgenética, que suele iniciarse entre los 30-40 años (hay casos, incluso, en los que empieza a desarrollarse a partir de la veintena). En el caso de las mujeres, entre el 15 y el 30% desarrolla esta patología, principalmente con la llegada de la menopausia, al disminuir la cantidad de hormonas femeninas (estrógenos), principales protectoras, entre otras muchas cosas, de la pérdida de cabello, y al aumento de las hormonas masculinas (andrógenos)” afirma el Dr. Sánchez Viera.
Un diagnóstico precoz y un tratamiento personalizado, consiguen parar el progreso de la alopecia androgenética y recuperar el cabello perdido, cuando se encuentra en sus primeras fases. La prueba más eficaz a la hora de identificar la causa de la alopecia se denomina estudio tricológico, que analiza microscópicamente la raíz y el tallo del cabello, así como el cuero cabelludo de la zona afectada por la pérdida del cabello, además de la densidad, grado de miniaturización del folículo piloso y daños en el mismo.
El diagnóstico debe ir acompañado de análisis en el que se estudie la posible falta de vitaminas y hierro y posibles problemas hormonales. La historia clínica también es parte indispensable a la hora de hacer el diagnóstico, ya que una historia familiar de alopecia androgenética aumentará las posibilidades de padecer también esta patología.
¿Cuándo se recurre a un implante capilar?
“Cuando se han pautado al paciente tratamientos de estimulación capilar, como la medicación oral de inhibidores de la 5 alfareductasa, las microinyecciones con minerales, vitaminas y medicación específica para la alopecia aplicadas sobre la zona afectada, el plasma rico en factores de crecimiento del propio paciente, o el láser de baja intensidad, y no se han obtenido resultados, es momento de plantearse el implante capilar” apostilla el director del Instituto de Dermatología Integral.
Son casos en los que el cabello está muy miniaturizado debido a un folículo piloso débil que no se puede recuperar, existen áreas no muy extensas en las que el cabello se ha perdido por completo debido a este proceso de miniaturización o bien cuando se han sufrido traumatismos en el cuero cabelludo.
En la actualidad, la técnica que se ha consolidado como la más eficaz y la que obtiene los resultados más naturales es la FUE (Folicular Unit Extraction). “Consiste en la extracción de unidades foliculares individuales (en la que hay entre 2-3 folículos pilosos) con instrumentos de microcirugía manuales de entre 0,7-0,9 milímetros de diámetro que se implantan en la misma dirección en la que crece el cabello de la zona afectada. Además, se van colocando de manera homogénea, de forma que aumenta la densidad y cobertura de la zona alopécica” explica Sánchez Viera. Es una técnica que no deja cicatrices en la zona donante, por lo que es susceptible a volver a repetirse en el caso de que una sola sesión no se hayan obtenido los resultados deseados por el paciente.
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